Comentario
La mejor traducción escultórica del realismo social se dio en Bélgica con la figura de Constant Meunier (1831-1905), quien tras vivir directamente la dureza del trabajo en la región minera de Borinage decidió testimoniar su compromiso con la clase trabajadora a través de la pintura y, sobre todo, de la escultura. Sus protagonistas fueron distintos tipos de obreros -mineros, descargadores, herreros, etc.-, a los que monumentalizaba en lo físico, dotando a las figuras de fuerza y vigor, y en lo moral. En este sentido, guardaba con los pintores realistas, de un modo especial con Millet, mucha similitud en cuanto a esa identificación del héroe moderno con el trabajador anónimo.
Estibador (Petit Palais, París) y Pudelador (Museo de Bellas Artes, Bruselas) son dos expresivos ejemplos de esa escultura monumental, donde el idealismo está amortiguado por la severidad y la austeridad de las formas.
Otro escultor preocupado por lo social fue el francés Jules Dalou (1838-1902). Discípulo de Carpaux, estuvo comprometido con el socialismo militante hasta tal punto que hubo de huir de Francia en 1871 al caer la Comuna, desarrollando parte de su carrera en Inglaterra. Amnistiado en 1879, regresó a su país, presentándose a un concurso para la ejecución del monumento al Triunfo de la República, encargo que le llevó veinte años (1879-1899). Una obra grandiosa en la que la República está representada por una figura femenina, aupada en actitud triunfante a un carro conducido por el genio de la libertad y al que acompañan representaciones alegóricas del trabajo, la justicia y la prosperidad.
En su inquietud por enaltecer el mundo laboral, Dalou, cuyas figuras son más naturales y, por tanto, menos heroicas que las de Meunier, proyectó en 1895 Monumento al trabajo, del que se conservan algunas piezas en el Petit Palais de París.